¿Sabías que en la antigua Grecia, los baños termales eran considerados sagrados y estaban dedicados a distintas deidades? Además, eran reconocidos como un tratamiento popular para sanar una amplia gama de enfermedades. 

Hipócrates afirmaba que la causa de las enfermedades era el desequilibrio de los fluidos corporales, y recomendaba los baños termales para recuperar el equilibrio natural del cuerpo.

En Roma, por influencia de Grecia, comenzaron a construir sus propios baños termales en manantiales minerales. Muchos de estos balnearios tenían por objetivo la recuperación de los soldados heridos tras las batallas, en ellos encontraban descanso, reponían energías y recibían tratamiento para afecciones reumáticas, a través de la inmersión de todo el cuerpo en el agua. 

Luego de que se introdujera sistemas de acueducto en Roma, los baños se transformaron en enormes e impresionantes edificaciones, más cercanas a lo que hoy conocemos como termas, con capacidad para cientos de personas. De esta manera, la cultura de los baños romanos fue cambiando gradualmente hacia un lugar para la relajación y el placer.

Sin embargo, durante la Edad Media la cultura del baño se desacreditó e incluso se prohibió bañarse, ya que con la consolidación del cristianismo, la fe y la oración se impusieron como una vía más adecuada para la cura de enfermedades, que el baño medicinal. Así, las termas se remodelaron como iglesias, aunque algunas se mantuvieron para uso exclusivo de la aristocracia.

Durante el Renacimiento, varios médicos italianos recuperaron textos antiguos que exponían el uso medicinal de los baños termales, y se reconsideró el valor de la balneología como modalidad terapéutica, publicándose nuevos estudios. Pero para entonces, el acceso a las termas era muy costoso e inaccesible para la población, por lo que únicamente la clase más alta de Europa podía permitirse este tipo de lujo y se utilizaba solo como tratamiento con prescripción médica, posteriormente y para complacer a las élites se desarrollaron espacios para el ocio. 

Ya en los siglos XIX y XX, el uso de aguas minerales y el desarrollo de hoteles y casas de huéspedes en los manantiales se hizo frecuente en toda Europa y América del Norte. Cada balneario tenía su propio teatro, casino y paseos además de los edificios de baño. Surgieron grandes centros turísticos en torno a estos.

Después de la Segunda Guerra Mundial, el acceso a las termas se hizo más público y se introdujeron otras actividades y nuevos tratamientos, de esta manera la balneología, la hidroterapia y la fisioterapia experimentaron un gran desarrollo. 

Actualmente, disfrutamos de las termas como un momento de relajación y diversión, pero también podemos percibir los beneficios que tienen en nuestra salud. 

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Fuente: “A brief history of spa therapy” http://dx.doi.org/10.1136/ard.61.3.273